diumenge, 19 d’agost del 2012

'El valor estratégico de la inteligencia emocional en las organizaciones' por rrhhmagazine

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Fue a finales de los años 90 cuando Daniel Goleman editaba su primer libro sobre inteligencia emocional y fuimos muchos los profesionales de RRHH los que tratamos de ver como la gestión estratégica de ésta podía repercutir en beneficio de la organización, ya que si somos capaces de reconocer la importancia de las emociones se trata, a continuación, de dotarlas de inteligencia.
Más si tenemos en cuenta que algunos de nosotros ya estábamos pendientes de ese pensamiento, pero en esta ocasión desde las latitudes de nuestro país y de la mano de uno de nuestros pensadores-filósofos-pedagogos más importantes: José Antonio Marina. En una de sus últimas entrevistas publicadas afirma que “la función principal de la inteligencia no es conocer, sino dirigir bien y eficazmente el comportamiento, aprovechando para ello la mejor información y la gestión de las emociones. Es, pues, una inteligencia para la acción y, en ese sentido, fundamentalmente práctica.”
Font: F.O.C.
Siguiendo esta línea discursiva, esta semana nuestro colaborador Dionisio Contreras, en su artículo “Gestión emocional como factor de protección frente al consumo de drogas en el ámbito laboral”, explica como a través de la aplicación metodológica de la inteligencia emocional de las personas ésta puede ser una herramienta muy útil para la prevención del consumo de drogas, una cruda realidad que
lamentablemente está presente en las empresas.
La gestión de las emociones nos permitirá salvaguardar la salud de nuestros empleados y eso repercutirá en su motivación, compromiso y, por ende, productividad; elementos básicos en los que se basa la competitividad de las compañías.

Gestión emocional como factor de protección frente al consumo de drogas en el ámbito laboral

Nuestro país no escapa a la dura realidad de la elevada morbi-mortalidad de accidentes laborales, vinculada al consumo de drogas. Las drogas hacen que quién las consume, vea mermada su función psicomotora y deteriorada su capacidad para trabajar en condiciones de seguridad, ya que la pérdida de las funciones perceptivas, cognitivas y motoras aumenta a medida que aumenta el consumo de drogas. Parece ser que, uno de cada tres accidentes laborales graves, está relacionado con el consumo de alcohol y otras drogas.

Por lo tanto, podemos afirmar que las drogas constituyen uno de los más importantes factores de riesgo laboral, y a este respecto, es conveniente mencionar lo categórica que se muestra la Organización Internacional del Trabajo: “Los adictos y los alcohólicos sufren más accidentes laborales que el resto de los trabajadores”. Cabría añadir que, el riesgo no sólo es para el propio trabajador adicto, sino que es extensivo a sus compañeros. Por todo ello, cabría incluir el consumo de estas sustancias dentro de los programas de prevención de riesgos laborales.
Aunque no necesario, si es conveniente recordar que el alcohol es una droga, que actúa como depresora del sistema nervioso central, y que por ser legal y muy conocida, muchas veces no la consideramos como tal, sin embargo su consumo abusivo no deja de dejarnos problemas, no sólo al individuo consumidor, sino también a la sociedad en su conjunto.
Las consecuencias del consumo de drogas en el trabajo son fáciles de imaginar: descenso de productividad, absentismo, aumento de la siniestralidad (en el ámbito laboral o “in itinere”), disminución de la producción, menoscabo de las relaciones laborales o deterioro de la imagen de la empresa, son algunas de ellas. Entre el 20-40% de los expedientes disciplinarios tramitados por las empresas están relacionados con el consumo de alguna droga.
Esta relación entre consumo de drogas y siniestralidad laboral, no se debe menospreciar, ya que existe evidencia científica suficiente como para demostrar que, aún con niveles considerados muy bajos de consumo (un vaso de vino), se ve disminuida la capacidad de ejecutar actos complejos, incluso cuando el trabajador, pueda pensar o sentir que bajo los efectos de una sustancia, se mejoran sus habilidades y su capacidad. Evidentemente a medida que aumenta el nivel de consumo de drogas, aumenta la relación entre siniestralidad y consumo de drogas.
Es evidente que la calidad del trabajo se resiente por la indisposición que las adicciones producen, lo que deriva en fallos abundantes que merman la calidad del producto. El trabajador adicto a alguna droga, aumenta sus ausencias al trabajo (se multiplican por tres), normalmente por indisposiciones cortas pero habituales, ya que el adicto tiene más predisposición a enfermar; ya que su salud está resentida por la intoxicación crónica de la droga que consume. En estos casos se precisará tratamiento, para no llegar a esto hablaremos de prevención.
Prevención
Según el Plan Nacional de Drogas se puede definir la prevención como “aquél entramado dinámico de estrategias que tienen como objetivo eliminar o reducir al máximo la aparición de problemas relacionados con el uso indebido de drogas” (Criterios de Acreditación en Prevención).
Por su parte, el CSAP del National Center for the Advancement of Prevention define la prevención o los esfuerzos preventivos como “intentos de reducir los problemas derivados del abuso de drogas antes de que comiencen, través de una diversidad de estrategias”. En todo caso, prevenir es siempre tomar medidas que eviten la aparición de situaciones consideradas como problemáticas.
El abordaje preventivo en la empresa del consumo de drogas, constituye un elemento indispensable de la estrategia global, encaminada a evitar su consumo y a reducir la siniestralidad laboral, y el impacto sociosanitario asociado a él.
Cualquier actuación preventiva, debe ser siempre planificada, aplicada y evaluada de modo sistemático y coherente.
Factores de Riesgo
El consumo de drogas en el ámbito laboral reviste características diferentes, según sea el ambiente de trabajo, las condiciones del mismo, o la competencia emocional del trabajador, de modo que la elección de una estrategia preventiva concreta tiene que hacerse en función de las características del problema sobre el que se interviene y de las necesidades detectadas en la empresa en particular, de modo que debemos conocer los factores de riesgo que llevan a un trabajador al consumo abusivo de drogas. Este es un tema difícil, no obstante, a efectos de análisis, podemos dividir dichos factores en:
Factores Organizacionales:
- Patrones instaurados para algunos sectores profesionales: construcción, artistas, trabajadores del mar…
- Relaciones sociales (en el ámbito laboral) que se celebran con alcohol: comerciales, ejecutivos, agentes de ventas…
- Trabajadores que tienen mucha facilidad para acceder al alcohol: camareros o cocineros.
- Trabajo a turnos, con riesgo, en espacios confinados, con temperaturas extremas, o aquellos en los que la carga física o mental (estrés) es elevada.
- Trabajos en los que es difícil ver el sentido al esfuerzo personal realizado.
- Ámbitos laborales en los que hay una ausencia de normas sobre consumo de drogas.
-Trabajos en solitario (conductores), mal clima laboral, ambiente laboral hostil.
- Disponibilidad de bebidas en el lugar de trabajo.
Factores Personales
- Falta de motivación / Falta de vocación.
- Necesidad de aprobación, dependencia del halago de los demás, lo que hace que la carencia de refuerzos o promociones, se convierta en fuente de malestar.
- Mal afrontamiento de la responsabilidad o de la carga de trabajo.
- Falta de sentido en lo que uno hace.
- Falta de autoestima.
- Falta de autonomía emocional y dependencia de los demás: compañeros, clientes, subordinados, jefes...
- Dificultad para resolver los conflictos inherentes a las relaciones laborales.
- Falta de habilidades para la ocupación del tiempo libre.
- Pérdida del puesto de trabajo. (Aunque no se trate de un factor laboral, está comprobado que en situaciones de desempleo, o miedo a estarlo, aumenta el consumo abusivo de alcohol, así como las adicciones)
La ineficacia en el afrontamiento de estos factores, puede dar lugar a una conducta sustitutiva de evasión, como es el consumo de drogas, que repetida en sucesivas situaciones, aumenta la probabilidad de convertirse en una estrategia de afrontamiento, así por ejemplo el alcohol, en dosis bajas, actúa como un ansiolítico, y es por esto que es utilizada por un gran número de personas para controlar la ansiedad y la tensión generada de situaciones, muchas de ellas laborales, a las que no sabe o no puede enfrentarse “emocionalmente hablando”.
Por otro lado, y sin pretender ser exhaustivo con las drogas, y ya que la cocaína ha adquirido, a lo largo de la última década, una gran relevancia en el panorama del consumo de drogas en España, es preciso reflexionar sobre los efectos que
este estimulante del SNC, tiene sobre el organismo, para darse cuenta del peligro que entraña su consumo, en personas sin competencias emocionales desarrolladas, como “estrategia de afrontamiento” elegida, en situaciones en las que considere necesario aumentar su locuacidad, extroversión, sociabilidad, rapidez mental, o bien por razones de carga de trabajo, se haga necesaria una disminución de la fatiga, o una reducción del sueño.
Si bien es cierto que el abordaje y los métodos utilizados a un problema, que desde su etiología es un fenómeno multifactorial, requiere plantear estrategias diversas, que den respuesta a las necesidades de las personas y de las empresas que pretendan prevenir, la estrategia preventiva del consumo de drogas en el ámbito laboral, debe contemplar al menos:
1.- Medidas destinadas a crear entornos laborales saludables, y formar a las personas, de manera que no necesiten consumir drogas.
2.- Medidas destinadas a aumentar la competencia emocional de los trabajadores, y de los líderes y directivos, para que conozcan las claves de la motivación y los principales factores, que hacen de un lugar o un puesto de trabajo, un factor de riesgo para el consumo de drogas.
Llegados a este punto, es preciso definir lo que se ha dado en llamar “Inteligencia Emocional”, concepto utilizado originariamente por los psicólogos Peter Salovey de la Universidad de Harvard y John Mayer de la Universidad de New Hampshire, para quienes representaría “un subconjunto de la inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos y emociones propios, así como los de los demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones”.
Resistir y enfrentar positivamente el entorno laboral, hace preciso el desarrollo de determinadas habilidades emocionales, que mejorarán la motivación del trabajador, y permitirá a la empresa aprovechar, no sólo el potencial intelectual o la capacidad del trabajador, sino también, la facultad de los integrantes de la empresa para generar un entorno laboral saludable, en el que decrezca la siniestralidad, entre otras consecuencias positivas.

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